Extracto de nota publicada en M2 de Página 12
Monumentos nacionales
El parque Lezama y la plaza Rodríguez Peña tienen la suerte de ser
monumentos históricos y por eso gozan de una “segunda instancia”, la de
la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos que
preside el arquitecto Jaime Sorín. Como descubrieron rápidamente en el
gobierno porteño, Sorín no es ni fácil ni blando a la hora de firmarles
proyectos y les impone a ciertos funcionarios una de las peores torturas
posibles, la de pedirles rigor. El parque Lezama estuvo mucho en los
medios, pero varias cosas quedaron en el camino de las coberturas. Por
ejemplo, que las esculturas del lugar, de frágiles mármoles italianos,
no estaban protegidas en medio de la obra. Cuando la Comisión visitó el
parque, las encontró cubiertas de polvo y golpeadas por pedazos de
cascote, porque andaban levantando pavimentos a mazazos justo al lado...
También, gracias a Sorín, se abandonó el “proyecto” de iluminar todo
con los farolitos chinos que compraron tan baratos, y se volvió a las
farolas que ya estaban. Y quedó absolutamente en claro que el anfiteatro
se mantiene y no será fuente. Resulta que los macristas, encabezados
por Patricio Di Stefano, insistían en que ahí había una fuente “hace
mucho” y la querían restaurar. La Comisión les contestó que el
anfiteatro estaba desde hacía “más hace mucho”, que la fuente era de
1938 y que el anfiteatro cumple una clarísima función social como lugar
de reunión, cosa fácilmente comprobable cualquier fin de semana.
La gran discusión es, claro, la del enrejado y la de Di Stefano
anunciando que podía enrejar el 70 por ciento del parque con permiso de
la Comisión, cosa inmediatamente desmentida. Lo que ocurrió fue que el
gobierno porteño había llamado a dos licitaciones, una para la
remodelación del parque y otra para enrejarlo, sin pasar por la
Comisión. Tras larguísimas discusiones y para no judicializar la
cuestión –en la Justicia Penal Federal, no en la porteña– la Comisión
aceptó las dos licitaciones, pero con reserva de modificar lo que fuera
necesario. Di Stefano aceptó esto, rompió con lo pactado de dejar que la
Defensoría del Pueblo anunciara el acuerdo y salió a los medios con su
versión.
Toda esta discusión tiene sus lados violentos, como funcionarios
municipales preguntando por qué se mete la Comisión Nacional en un tema
de la Ciudad, como si Macri fuera Alsina y Buenos Aires un estado
independiente. También hay vecinos de San Telmo que insisten a muerte
con el enrejado, con una señora que cuenta con orgullo que ya tiene las
llaves de dos plazas y tendrá la del Lezama también. Di Stefano y los
suyos los exhiben como tropa propia y hasta amenazan poner la reja de
prepo, con custodia policial, lo que sería un muy interesante caso de
conflicto de esferas, la municipal y la nacional, con derivaciones
judiciales. A todo esto, el gobierno porteño se va a mudar
sustancialmente a la fábrica Canale, justo enfrente, con lo que es de
esperar que la seguridad del parque aumente y mucho. De hecho, con
iluminarlo y vigilarlo un poco se acabaría el supuesto problema de
seguridad que lo aqueja.
Pero es difícil razonar con alguien que ya tiene una agenda, como lo
demuestra el caso de la Rodríguez Peña. La plaza fue diseñada para
“llevar” al transeúnte, de cuerpo entero o con la mirada, al Palacio
Pizzurno desde Callao, pero los genios del diseño macrista querían
cambiar esto poniendo diagonales nuevas. También iban a cementar todo,
con la excusa del acceso de sillas de ruedas, pero se van a conformar
con un camino ya cubierto de concreto arrugadito. Pero como la Comisión
no los dejó hacer su diseño, no están haciendo nada y, por detrás de los
telones, sólo se ve algún trabajador haciendo cositas de mantenimiento,
menores...
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